
Confesiones de Carla, la cazadora.
 Los crímenes de Ruanda, las masacres en la ex Yugoslavia, los  delitos de la mafia son algunos de los escenarios por los que transtió  la actual embajadora de Suiza en la Argentina. Fiscal del Tribunal  Internacional de La Haya, acaba de publlicar un libro sobre sus  peligrosas pericias. 
Es, por lo menos, curioso. Si uno tipea el nombre de Carla del Ponte en  la página web de Youtube surgen casi 200 entradas y la que encabeza la  lista de los videos más vistos es aquel donde la jueza rueda por una  escalera en un edificio público de Sarajevo. "Me caí pero no me pasó  nada. Es increíble. Todos miran ese video. Eso fue hace un montón de  años..."
-Es una escena muy simbólica desde lo  político...
-No, no tiene ningún valor político. La  fiscal del Tribunal de La Haya va de visita a los estados Balcánicos,  que eran el símbolo de la injusticia, de la represión, y también es un  ser humano. Y débil. En Sarajevo es una figura importante, con mucho  poder porque inicia procesos penales, hace arrestar ministros,  generales. Verla caer, que se golpee la cabeza, es algo que la muestra  como alguien normal.
Carla del Ponte, la fiscal que ha  perseguido y encarcelado numerosos criminales de guerra, vive en Buenos  Aires y es la embajadora de Suiza en la Argentina. En los últimos años  se dedicó a recordar y reflexionar y así escribió un libro (con la  colaboración de Chuck Sudetic, reportero del The New York Times que  cubrió la Guerra de la ex Yugoslavia) titulado La caza. Yo y los  criminales de guerra (Ariel), una biografía parcial de su  vida, centrada en los procesos que le tocó conducir desde el Tribunal  Internacional de La Haya. Aunque vive una vida, en apariencia,  tranquila, para hablar con ella hay que someterse a algunos rituales de  seguridad en los que un guardia lo palpa a uno de armas mientras  confiesa cuánto desea leer el libro de Del Ponte.
Los crímenes  de Ruanda, las masacres en la ex Yugoslavia, los delitos de la mafia han  sido algunos de los escenarios sangrientos por donde pasó. Gracias a su  persistencia y su fama de dura, logró que muchos de los responsables de  estos delitos comparecieran ante la Justicia internacional. Enfrentarse  al clan Corleone, fue uno de sus peligrosos primeros pasos.
-¿Qué  significó, para usted, y para la Justicia italiana, el asesinato del  juez antimafia Giovanni Falcone?
-Hacia 1988 me  convertí en fiscal del cantón del Tesino (Suiza). Mi departamento  trabajaba en colaboración con Falcone y con otros fiscales italianos que  llevaron al procesamiento de mucha gente. Entre ellos algunos banqueros  de Lugano. Conocí a Falcone y conocí la mafia. Fue una gran  experiencia. Se hacían las investigaciones en Palermo y yo bloqueaba las  cuentas en Tesino (Suiza). Y eso marchaba muy bien. La mafia empezó a  referirse a mí como la puttana: los criminales estaban muy enojados  porque antes nadie les tocaba el dinero. Podían arrestar a alguno en  Palermo, pero el dinero no se lo tocaba nadie. Después... pasó lo que  pasó, la mafia lo asesinó y nosotros perdimos a un gran investigador, un  gran juez, sobre todo Italia porque él en ese momento era jefe del  departamento de la oficina penal y estaba por introducir nuevas  legislaciones para una lucha eficaz contra la mafia.
-La  mafia ya le había enviado un mensaje muy claro a usted...
-Sí,  una bolsa de 60 kilos de explosivos...
-...
-Era  la primera vez que iba a trabajar a Palermo con Falcone. Debíamos  interrogar a unos mafiosos que estaban detenidos allí. La noche previa  habíamos ido a cenar a un restaurante. Y ahí Falcone dijo: mañana, que  terminamos más temprano, nos vamos a una casa al mar que alquilé y nos  damos un baño. No dije sí ni no. Al día siguiente, preferí ir a caminar  por Palermo y por eso no fui a la playa. Fue un cambio de planes  fortuito. Alguien debió de haber oído nuestra conversación en el  restaurante y avisado a la mafia. Al día siguiente, la policía encontró  en la playa una bolsa con 60 kilos de explosivos y también halló un  detonador por control remoto. Me vinieron a buscar al hotel, fuimos a la  oficina de Falcone, después al aeropuerto y adiós. Luego supe que  asesinaron al dueño de ese restaurante.
-Usted comenzó a  trabajar en La Haya en septiembre de 1989. ¿Cuál fue el primer caso?
-No  hubo un primer caso. Eran como 30... Al comienzo fue una pesadilla  porque no sabía mucho salvo lo que había leído en la prensa. Pero llegar  ahí y tener tres procesos ya en curso y 30 investigaciones en marcha...  Lo primero que hice fue encerrarme en mi oficina y compenetrarme con  esos hechos. Me pasé dos meses, día y noche, estudiando hasta que pude  empezar a trabajar con los colaboradores que eran... seiscientos.
-Iba  de Holanda a los terrenos en conflicto. Un ida y vuelta con muchos  peligros...
-Estábamos en el tribunal en Holanda cuando  era necesario estar en el proceso, pero para las investigaciones iba al  lugar para hacer, por ejemplo, las exhumaciones de los cadáveres,  porque es necesario reconstruir todo, acceder a la documentación, o sea  que hubo muchos viajes a los Balcanes. Era una lucha contra el tiempo  porque las pruebas existen hoy pero quizá dentro de cinco años  desaparezcan. Había que trabajar con eficacia y prisa. En el 99 todavía  era peligroso, no podía ir a Serbia, porque Milosevic era todavía  presidente. "Aquí no entran", nos dijo. En Bosnia-Herzegovina estaban  los soldados de la OTAN porque había muchas minas. Los militares de la  OTAN hacían un patrullaje del terreno para poder abrir esas fosas  comunes.
-¿Qué sensaciones le generaba Slobodan  Milosevic?
-Cuando llegué al tribunal pregunté: ¿Y con  Milosevic qué hicieron, hay un acta de acusación? "Eh... no. Milosevic  es presidente, no lo llevamos más a la justicia, no vamos a perder  tiempo trabajando en una investigación sobre él", me explicaron. En  cambio, yo dije: no, no, empecemos una investigación ahora para estar  listos cuando deje de ser presidente. Trabajamos mucho para finalmente  obtener el arresto.
-¿Qué respaldo político ha tenido el  Tribunal Internacional?
-El respaldo político existe.  Es fuerte porque el tribunal se creó bajo el ala del Consejo de  Seguridad, la ONU. O sea que existe. Después, según la situación  política, disminuye o no, sobre todo cuando hablamos de los Balcanes. Al  principio, en Serbia, nada. En Croacia, en cambio, al principio había  cooperación, pero después dependía de quién fuera el acusado. Un claro  ejemplo fue el del general Janko Bobetko. "No fiscal, el general Bobetko  no, es un héroe, nos liberó, hizo algunas cosas pero..." O sea que la  postura de los estados dependía de la del momento porque esos políticos  recibían los votos de la población.
-Y en Ruanda, ¿tuvo  un apoyo real el Tribunal?
-El apoyo existía.  Naturalmente el apoyo político de Estados Unidos es importantísimo y por  eso se hacían las cosas. Pero en un momento, mi trabajo no marchaba  porque había abierto la investigación sobre el genocidio de los hutu  contra los tutsi. Cuando empezamos a investigar descubrimos que también  los tutsi habían cometido crímenes de guerra. Y el presidente Paul  Kagamé (tutsi) que estaba el poder –y que continúa actualmente–, no  estaba contento con la investigación sobre sus militares. En julio de  2002 informé al Consejo de Seguridad de la ONU que el gobierno de Ruanda  estaba impidiendo deliberadamente que avanzaran los procesos por  genocidio. (El informe concluía: "Dadas tales circunstancias, esta  fiscal se ve en este momento incapacitada a todos los efectos para  llevar a término la investigación de crímenes cometidos en 1994,  presuntamente, por el Frente Patriótico de Ruanda").
-Cómo  se resuelven situaciones donde, por ejemplo, el acusado es la OTAN y  está sospechada de una acción de guerra ilegal...
-Es  cierto. Yo mandé hacer una indagación preliminar porque quería saber si  la OTAN había cometido crímenes de guerra. Había sospechas en más de  diez situaciones. Recuerdo una en la que un piloto llama a la base de la  OTAN en Aviano y dice que ve un convoy de civiles "¿qué hago?",  pregunta y le responden: "Tire, bombardee". Y bombardeó. Eso puede ser  un crimen de guerra. Yo no tengo competencia con el piloto porque no es  un alto responsable político y militar, pero sí tengo competencia sobre  quien dio la orden. Pero no pudimos conseguir las pruebas porque la  OTAN, naturalmente, no colaboró. Hicimos un informe público. Pero yo no  puedo trabajar si no reúno las pruebas y si no logro reunirlas, ¿adónde  llevo la denuncia de que la OTAN no me dio las pruebas? Voy al Consejo  de Seguridad y ¿qué pasa?, nada. El Pentágono tampoco me recibió.
-Entonces  esas experiencias no sirven para el devenir...
-Sirven.
-No en este sentido. Esos crímenes volvieron a ocurrir  en Afganistán, Irak a manos de europeos y estadounidenses. Entonces la  experiencia de lo que pasó en Yugoslavia no sirvió...
-Yo  diría lo contrario. Sirve para demostrar que una oficina del fiscal del  tribunal de la ex Yugoslavia quería hacer una investigación porque  existía una sospecha de crímenes, pero no se pudo hacer. Eso es  importante. No siempre se logra llegar al final de la investigación, a  reunir las pruebas. Lo importante es que se intente. Ahora está el  tribunal permanente que tiene una jurisdicción más vasta y puede  nuevamente abrir una investigación. Pero lo importante es insistir para  que la comunidad internacional, los estados, comprendan que esos  crímenes no se deben cometer más. Naturalmente, no hemos llegado a eso.  Pero eso no significa que se deba renunciar.
-Explorar  "la ruta del dinero" ha contribuido a despejar el camino de muchas  investigaciones. ¿Cuándo se la comienza a tener en cuenta?
-Antes  de la Pizza Connection, no se hablaba de la ruta del dinero. (Ese era  el nombre de la operación que distribuyó heroína entre 1975 y 1984 en  EE.UU. por 1.600 millones de dólares a través de una red de pizzerías).  Las investigaciones son todas distintas porque los criminales  financieros son muy sofisticados: cuando se descubre la modalidad para  lavar el dinero, ellos ya inventaron otra. El caso Salinas de Gortari se  descubrió gracias a que habíamos introducido la obligación del banco de  notificar los casos sospechosos de dinero sucio. Y la banca de Ginebra  nos había ocultado las sospechas sobre el dinero de Salinas. Ahí se  inició la investigación. O la investigación comienza cuando el banco  notifica que tiene una sospecha y advierte a las autoridades; o la  investigación comienza porque en el exterior alguien descubre que el  dinero del tráfico ilegal fue a Suiza y le pide a Suiza que colabore.
-¿Cuántas  veces se sintió desilusionada en su trabajo?
-¡Tantas  veces! Tantas veces en relación con casos que había que investigar, que  no se pudo porque siempre había un obstáculo. Pero no es la desilusión  que carcome la voluntad de hacer. Es la desilusión del momento. El enojo  momentáneo.
-¿Perdió la capacidad de asombrarse?
-Está  intacta. Intactísima. Tiene razón, con lo que he visto podría haberla  perdido pero no, no es así. Soy optimista por naturaleza. De otro modo,  ¿cómo vivimos? Ya la realidad es lo que es, que no es de las mejores,  sobre todo en cuanto a violación de los derechos humanos. Pero de todos  modos hay instituciones que pueden aportar elementos positivos. No hemos  llegado todavía a la paz en el mundo y es difícil, pero el objetivo  debe ser ése. Debemos trabajar para eso.
-¿Cuántas veces  le dijeron: "Ah... es una mujer"?
-Muy pocas veces. Lo  habrán pensado muchos. Pero después de unos minutos se daban cuenta de  que era una carta que no podían jugar conmigo. Quizás en los inicios sí,  cuando era muy joven. Tenía un secretario hombre y entonces las  personas que venían a declarar lo saludaban a él. Y él les decía: "No  soy yo, es ella la fiscal". Me miraban y decían, "¿pero cómo?" Yo tenía  27, 28 años. Probablemente muchos hayan pensado en el hecho de que soy  mujer en el momento de sentarse para el interrogatorio. Pero en seguida  se habrán dado cuenta de que no valía la pena aprovechar ese argumento.  Además, me crié con tres hermanos varones o sea que estoy acostumbrada a  los intentos de: "vos no, porque sos mujer". Estoy habituada a esos  intentos por desacreditarme que nunca lograron nada.
La nota original, 
acá"It´s not the risk of what we lose..."